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¿Cómo nacieron los audiolibros?
Breve historia del audiolibro
Todo tiene un comienzo memorable y el audiolibro no iba a ser una excepción. Hubo un tiempo en que los audiolibros simplemente no existían, ya que nadie había creado nada para grabar ni siquiera algún sonido. Thomas Alba Edison inventó el fonógrafo en 1877, sin embargo no fue el primero en grabar un sonido. Ya existía un registro de voz de unos diez segundos, considerado el más antiguo, de una canción popular francesa.
¿Y quién hizo posible este milagro? Nada más y nada menos que el librero y escritor francés Eduard-León Scott, que inventó el primer grabador de sonido llamado Fonoautógrafo, patentado en 1857, diseñado exclusivamente para grabar sonidos. Y es que este aparato podía transcribir literalmente el sonido, es decir, que grababa de manera lineal las ondas sonoras sobre un papel ahumado y enrollado en un cilindro. También podía grabarse esta línea de sonido sobre un cristal ahumado. ¿Increíble, no? Lo malo de esto es que no se podía reproducir y solo mucho tiempo después, en 2008, unos científicos estadounidenses pudieron hacerlo al escanear el papel en un programa de ordenador muy sofisticado y las ondas sonoras revelaron la canción.
¿Pero de dónde nace la idea del libro hablado?
Esto ocurrió en el Reino Unido, en la década de 1920, cuando el Real Instituto Nacional para Ciegos comenzó a probar diversas formas de producir libros hablados. La investigación estaba relacionada con el uso del registro de grabación de larga duración como un medio viable para producir una novela con palabras habladas.
Sin embargo, los estadounidenses tomaron la delantera en la década de 1930. La Biblioteca del Congreso invirtió en un proyecto maravilloso llamado Libros Para el Proyecto de Ciegos Adultos. Fueron muchos los soldados que sufrieron lesiones en los ojos durante la Primera y después en la Segunda Guerra Mundial. Con este enfoque que comenzó proporcionando a los veteranos de guerra una manera de acceder a la literatura, se avanzó para que las personas con discapacidad visual pudieran disfrutar de un libro en audio. Luego, este proyecto se extendió también al campo de la educación. Y se grabaron muchísimos textos para este fin, como por ejemplo, La Biblia, poesías, libros de Edgar Allan Poe, entre otros. La Auxiliar de Mujeres de la Biblioteca Pública de Nueva York, liderada por Anne T. MacDonald, desarrolló la grabación para los ciegos y dispuso de un estudio para esto.
Pero quiero volver al Reino Unido, porque hay una anécdota que vale la pena que te cuente. El 7 de noviembre de 1935, el Real Instituto Nacional para Ciegos entregó los primeros libros hablados a las personas ciegas o con discapacidad visual. Los títulos que sacaron fueron El asesinato de Roger Ackroyd de Agatha Cristie y Tifón de Joseph Conrad. Se grabaron en discos de vinilo de larga duración, conocidos como LP o Long Play, de 25 minutos por cada lado. La gran mayoría de estos libros ocupaban la friolera de 10 discos para reproducir en el gramófono.
Entonces ocurrió una tragedia. El estudio donde se grababan estos discos fue bombardeado en tiempos de guerra en 1940. Así que no les quedó más remedio que buscar uno temporal, que también fue bombardeado unos meses después. Los homólogos de Estados Unidos de la Fundación Americana para los Ciegos se enteraron de este suceso y decidieron ayudar, enviando agujas de gramófono para que continuaran con la producción. El primer envío fue bombardeado, cómo no, por los enemigos en los muelles de Inglaterra, pero ellos volvieron a enviar otro paquete que sí llegó de forma segura a su destino.
En la década de 1950 se produjo y grabó el primer audiolibro en Nueva York, Estados Unidos. Esto fue posible gracias a la intervención de dos mujeres visionarias, Bárbara Holdridge y su socia comercial Marianne Roney, que cofundaron Caedmon Récords, un sello discográfico, en 1952. Era una empresa de propiedad exclusiva de mujeres, así que Caedmon hizo hincapié en la lucha por la igualdad de género y se centró en los escritos de mujeres. Caedmon fue pionera en las grabaciones literarias de la palabra hablada y sentó las bases de los audiolibros modernos.
Ahora bien, ¿qué fue lo primero que se grabó allí? Estas dos mujeres, Bárbara y Marianne, convencieron al gran poeta galés Thomas Dylan para grabarlo mientras leía su poesía. Fue un acuerdo comercial, por supuesto. Thomas aceptó, ya que el registro de palabras habladas era casi desconocido y le proporcionaba la oportunidad de ser él mismo quien recitara su poesía.
Así que el 22 de febrero de aquel año 1952, Peter Bartok, hijo del compositor Bela Bartok, fue quien preparó el equipo para la grabación. Para su sorpresa, la voz de Dylan era enérgica y vigorosa, y no una voz debilucha como creía encontrar en un poeta, así que tuvo que ajustar el micrófono a la sonoridad de Thomas. Ese día, Dylan, Bárbara y Marianne hicieron historia con aquella lectura del poema La Navidad de un niño de Gales: lograron consolidar la carrera del poeta y dieron a luz a la industria de audiolibros.
Después de esto, Caedmon Récords invitó a otros poetas y autores a leer sus propias obras, para difundirlos como grabaciones. La lista de escritores que contrataron fue una pasada, eran los mejores y más conocidos por aquel entonces: Thomas Mann, Tennesse Williams, Marianne Moore, Ernest Hemingway o Eudora Welty, entre otros.
Luego, el sello discográfico se expandió mucho más y abarcó entonces la grabación de cuentos infantiles, discursos, clásicos en inglés y otros idiomas, y representaciones teatrales que se organizaron para ser grabadas. Aquí participaron grandes de la actuación como Richard Burton, Vanessa Redgrave, Magie Smith, Laurence Olivier o Boris Karlof, entre muchos otros. Vicent Price también prestó su voz como narrador, así como Basil Rathbone (conocido por Las Aventuras de Robin Hood o Sherlock Holmes, por ejemplo).
Después de los discos de vinilo, llegó un invento fabuloso en 1949: las cintas de audio magnéticas. En 1960, en el Reino Unido, el Real Instituto Nacional para Ciegos introdujo este nuevo lector de libros. Pero estas cintas tenían un problemilla: tenían que cargarse y enrollarse manualmente. Y esto para una persona ciega era algo bastante complicado. Además, eran grandes y pesados para su transporte y el repartidor de correos ya no podía con su alma cada vez que traía un pedido de libros hablados en cintas magnéticas.
Entonces se produjo un avance en 1969 en Estados Unidos. El Servicio Nacional de Bibliotecas para Ciegos y Discapacitados físicos desarrolló unas cintas mucho más ligeras para grabar los libros hablados. Se producían con más facilidad, eran compactas, pequeñas, casi no pesaban y más fáciles de usar. Estas cintas de audios se conocen como cassettes y se convirtieron en el medio más eficaz y elegido para los audiolibros. Las bibliotecas públicas de Estados Unidos y del Reino Unido llenaron sus estantes con audiolibros, acompañados por sus correspondientes ediciones de tapa dura.
Como dato interesante, surgió el Walkman, así que podías llevarte tu adiolibro contigo y escucharlo donde quisieras. Era económico y portátil, así como prolífico. Para 1984 había 11 editoriales que contaban con una producción de audiolibros de lo más interesante. Apareció entonces una compañía llamada
Brilliance Audio, los súper editores de audiolibros, que inventó una técnica que grababa el doble de contenidos en el mismo cassette. ¿En qué consistía esta técnica? En grabar en cada uno de los dos canales de cada pista estéreo. Gracias a esto, las editoriales lograron que sus libros más populares fueran más asequibles. Ya para 1985, produjo sus primeros 8 títulos de audiolibros.
Como una curiosidad, te cuento que Brilliance Audio fue comprada por Amazon en 2007, no se sabe muy bien por cuánto dinero. Para ese momento, Brilliance Audio producía de 12 a 15 nuevos audiolibros al mes. Ahora opera como una compañía independiente dentro de Amazon.
Esto del audiolibro fue un boom en toda regla. Apenas un año después de 1985, había dos veces más editores de audiolibros y entre ellos estaban Harper and Row, Random House y Warner Comunications, que se unieron a la distribución de audiolibros.
Hasta que el cassette fue destronado por la aparición en 1980 de los discos compactos o CD’s. Con este nuevo formato ocurrieron varios hechos importantes en esa década de 1980. El mercado del audiolibro se consolidó y se volvió más rentable. Surgió la Asociación de Editores de Audio, establecida por un grupo de editores, sin fines de lucro, cuyo objetivo era promover el audiolibro y demostrar que funcionaba, con datos estadísticos no solo para el público sino también para sus miembros.
Al mismo tiempo, el Gremio Literario y otros clubes literarios con suscripciones comenzaron a ofrecer audiolibros. El 1987 Publisher Wekly, una conocida revista norteamericana semanal de noticias sobre comercio, dirigida a editores, bibliotecarios, libreros y agentes literarios, y que funciona desde 1872, comenzó a dedicarle una columna a la industria del audiolibro. En aquel momento los audiolibros alcanzaron una venta del 75% en todas las librerías regionales e independientes. Para que te hagas una idea de la importancia de todo esto, ya para finales de 1987 la industria del audiolibro tenía un valor estimado de 200 millones de dólares.
El disco compacto o CD alcanzó su máxima popularidad hasta bien entrado el año 1990. Ya hacia finales de los 90 y comienzos del 2000, se inicia la Era de los podcast digitales y de los audiolibros. Gracias a los formatos de audio comprimido y a los reproductores de medios portátiles como el MP3, por ejemplo, la popularidad de los audiolibros aumentó mucho más entre los consumidores. Internet llegó y cambió muchas cosas, entre ellas la forma en que la gente escuchaba no solo la música sino otro tipo de contenidos, como el audiolibro.
Para ese momento, el valor de la industria de los audiolibros era de unos 1.500 millones de dólares por año. ¿Verdad que no está nada mal para algo que comenzó siendo algo experimental? Cuando la Asociación de Editores de Audio presentó los Premios Audie, que desde 1996 son entregados anualmente en Estados Unidos para reconocer lo mejor del mundo del audiolibro en 24 categorías, donde se incluye desde luego el Audiolibro del Año, algo así como los Oscar del entretenimiento de la palabra hablada, fue la guinda del pastel, elevó a alturas inimaginables a los audiolibros. De los premios Audie hablaré en profundidad en otro podcast, porque es algo impresionante y merece tener unos minutos más amplios.
En 1997 Audible.com fue pionero en introducir en el mercado el primer reproductor de medios digitales o MP3, antes del Ipod, llamado The Audible Player. Era más pequeño y liviano que el Walkman y costó unos 200 dólares. Gracias a este crecimiento de la tecnología digital, el audiolibro aumentó su crecimiento dentro de los consumidores porque podían acceder a ellos a través de las bibliotecas digitales en líneas. Audible.com fue uno de los primeros en crear un sitio web para comprar y descargar audiolibros en formatos digitales en 1998.
Entramos ya en el año 2000. La gente creía que se iba a acabar el mundo, que caería un meteorito sobre nosotros y nos extinguiría, como anunciaron los Mayas en su calendario apocalíptico. Pero eso no ocurrió. Lo que pasó fue que los podcast llevaron el audiolibro a las masas.
En el año 2005 Hugh McGuire, escritor canadiense, creó LibriVox: un sitio web donde narradores voluntarios prestan sus voces para grabar libros de dominio público, sin royaltis. De esta forma, mucha gente podía escuchar y descargar libros gratuitos cuyos autores habían dejado un legado literario importante, como Jane Austin o Shakespeare, por ejemplo.
Para que te hagas una idea de la importancia de este proyecto, para 2012 LibriVox tenía un catálogo más de 6244 y continúa produciendo docenas de títulos por mes.
Durante el 2020, debido a la pandemia, hubo un incremento en el consumo de audiolibros y, en general, de contenidos sonoros. Los audiolibros permitieron que muchas personas descansaran y se refugiaran en historias, creando nuevos hábitos de lectura y de ocio. En España, el audiolibro es un formato cada vez más demandado y por este motivo, las diferentes plataformas de contenidos digitales están apostando por ellos.
¿Cuál es el futuro de los audiolibros?
Existe una gran demanda de contenidos sonoros y los audiolibros están viviendo su época dorada. No solo han permitido recuperar la tradición oral, que se remonta a nuestros orígenes primigenios, sino que la han enriquecido gracias al diseño sonoro y a la interpretación de los narradores. Además, gracias a este auge, el oficio de escritor evolucionará para poder contar historias pensando en audio, pensando en que ya no será una escritura para ser leída sino también escuchada.